Batshuayi y Courtois frustran el sueño de Davies

36 años. Y todavía más. Canadá tendrá que esperar a su primer gol en Mundial. El debut de ‘Les Rouges’ en Qatar 2022 quedó frustrado por el decisivo gol de Michy Batshuayi, producto de un desbarajuste defensivo y un pelotazo furtivo cuando el trámite del partido pertenecía al comando de Herdman. Davies marró un penalti y la invasión canadiense al Ahmad Bin Ali Stadium, muy mayoritaria y poco ruidosa, quedó en anécdota. Aquel que juega bien suele estar condenado a perder.

Canadá emergió de los vestuarios con el poderío de una tormenta de nieve quebequense. Un blizzard de esos que rasgan la piel, hielan la sangre y petrifican las piernas. Como petrificado quedó Carrasco cuando pelotazo de Buchanan le rebotó en un brazo que dibujaba una L con su cuerpo. Davies, el corazón de una causa, el símbolo de un país y las quimeras irrealizables, asumió la responsabilidad. Sucedió que, en esta ocasión, solo el brazo izquierdo de Courtois fue más grande que su voluntad. Chapuzón sobre el césped para negarle a ‘Les Rouges’ su bautizo mundialista. O’Canadá.

Bélgica, atenazada, siempre da la sensación de ser un coloso en hibernación. Y despertó, amodorrado, por segundos, cuando Hazard maniató a Johnston, Tielemans se embrolló con la pelota, De Bruyne la ignoró a sabiendas y Batshuayi, presuroso por culminar la maravillosa cadena, apresuró el disparo ante la embestida de Miller. Después volvieron a hibernar los ‘Diablos Rojos’. Empero, Davies, un futbolista genéticamente modificado, empezó a coleccionar rivales en el suelo y Canadá, insinuaciones: el tiro torcido de Hutchinson, un veterano clase 2003 que aletargó su retiro solo para llegar a esta fecha, antecedió una nueva aparición mariana de Courtois, el guardián de Madrid y Bruselas. Johnston apuntó el poste contrario y Thibaut aseguró con el puño, con golpeo de voleibol, porque la estatura y la fuerza de manos ya la tiene.

El VAR no llamó a Sikazwe para dictaminar si Witsel había arrollado a Layrea, un hiperactivo polizonte montado que lo mismo cabalga por derecha e izquierda, poco antes de que Alderweireld rezó ave maría en neerlandés y, al otro lado del desierto, Batshuayi atendió la plegaria; Vitória pateó al aire y Miller solo respiró la estela del ariete, quien fusiló a Borjan con saña. Buchanan colgó la ronda de la punta de la torre de la espléndida mezquita Imam Abdul Wahhab para abrochar el primer capítulo.

De Bryune, perdido en la tundra del Yukón. Con el mago en modo fantasmal, Bélgica es incapaz de reconocerse al espejo. Hasta que sus custodios, Eustáquio y Hutchinson, abandonaron sus posiciones en atención a las órdenes de Herdman de invadir las tierras de Courtois, el nigromante pudo gozarse. Para su mala suerte, Batshuayi no alcanzó a otear a Layrea, cuya barrida imperial equivalió a un gol. En el asedio posterior, Buchanan volvió a los orígenes, la parcela derecha, y Davies llegó a intercambiar el frente de ataque con David. El tiempo ya corría en contra. El plástico cabezazo de Larin, que mereció el vuelo ídem de Courtois, en mutua complicidad estética, inició la fase crítica del duelo. Y siempre Canadá con el dedo en el gatillo.