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El triunfal discurso de Donald Trump: “Es el movimiento político más grande de la historia”

El republicano cantó victoria en West Palm Beach, rodeado de su familia, su vicepresidente, y varios aliados políticos: “Vamos a arreglar nuestro país”.

Estados Unidos
Callaghan O'HareREUTERS

God Bless the USA, de Lee Grenwood, sonaba por los altavoces de la fiesta republicana en West Palm Beach, Florida, mientras Donald Trump ascendía al estrado, victorioso, sonriente y con el puño cerrado, como el virtual 47° presidente de los Estados Unidos. Y el 45° también, recordó. La ovación se multiplicó. Eran las 2:26 de la madrugada, tiempo local. Las proyecciones lo colocaban ya como ganador en Pensilvania y Georgia, dos estados bisagra clave; y a sólo cuatro votos del colegio electoral de retornar a la Casa Blanca, de acuerdo a las previsiones de Associated Press. No había vuelta atrás.

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“Es el movimiento político más grande de la historia. Nunca se ha visto algo igual. Este movimiento alcanzará un nuevo nivel de importancia es un país que necesita ayuda. Vamos a arreglar todo en nuestro país. Hicimos historia. Superamos obstáculos que nadie vio posible. Hemos logrado la victoria más increíble. Nuestro país nunca vio algo así antes”, inició Trump su mensaje, sereno y conmovido a la vez, con esa estulticia de quien se sabe ganador con antelación, y sólo el cansancio de la noche le ha conferido una victoria de la que estaba absolutamente seguro. “Una victoria como ninguna otra”, continuó, “ha sido algo especial. Les vamos a pagar de vuelta de la mejor forma. Es el día en el que el pueblo estadounidense recuperó el control de su país. Vamos a reducir impuestos, vamos a hacer cosas que nadie puede hacer. Hemos construido la coalición más grande y diversa en la historia. Somos el partido del sentido común. Queremos seguridad, fronteras fuertes, buena educación, buena sanidad, un Ejército poderoso (...) América nos ha dado un mandato sin precedentes”, prometió.

Trump se declaró vencedor esta madrugada en Florida tras la jornada electoral presidencial de este 5 de noviembre.Brian SnyderREUTERS

“Ha sido una victoria masiva para la democracia y la libertad. Iniciaremos una era gloriosa para nuestro país y nuestra gente. Haremos a nuestro país mejor de lo que haya sido en cualquier momento”, prosiguió, acompañado sobre la tarima por su esposa, Melania, sus hijos Donald Jr. Ivanka, Eric, Baron; JD Vance, su futuro vicepresidente, y un puñado de aliados políticos como el mandamás de la UFC, Dana White, y Robert F. Kennedy Jr. “Voy a pelear por ustedes, por su familia, por su futuro. Todos los días pelearé por ustedes, hasta con el último aliento de mi cuerpo. No descansaré hasta entregar el país próspero que ustedes merecen. Se avecina una era dorada para Estados Unidos”, vitoreó antes de presumir de sendas conquistas en los estados pendulares críticos, como Pensilvania, Wisconsin y Georgia. “Quedaremos con 315 votos electorales”, se congratuló, también, por ganar por vez primera el sufragio popular; perdió en 2016 y 2020 con Hillary Clinton y Joe Biden, aunque en la primera ocasión también logró, con cierto abrumo y sorpresa, el control del mínimo de los 270 delegados por estado.

Un momento notorio y fuera de guion fue cuando el neoyorkino, cuya primera presidencia estuvo plagada de polémicas, escándalos y un tufo divisionista y enconado, viró su discurso beligerante con sus opositores. En una alocución extraña, por inusual, Trump llamó a dejar “las diferencias fuera”. Un insospechado mensaje de unión que traerá múltiples reacciones. “Es tiempo de unir. Vamos a intentarlo. Tenemos que intentarlo. Podemos hacer a Estados Unidos grande otra vez, para todos. Pido a todos los ciudadanos que se unan a mí en este esfuerzo noble y justo. De eso se trata. Es hora de dejar atrás las divisiones de los últimos cuatro años”, soltó, en un inédito tono conciliador en la parte de final de un discurso inconexo en el que, no obstante, omitió mencionar a Kamala Harris, a Joe Biden, o al Partido Demócrata.

Trump recuerda el atentado en su contra

El neoyorkino rememoró el atentado que sufrió en Pensilvania el pasado 13 julio, cuando dos balazos rozaron su oreja derecha durante un mítin en Butler. Desde el episodio, el virtual nuevo presidente ha conferido su ‘segundo nacimiento’ a un acto divino y ha utilizado el fallido magnicidio para acentuar una retórica religiosa que lo acerque a una parte importante del electorado conservador, de amplia mayoría en estados del sur profundo y del medio oeste. Ahora, dice estar en una misión que Dios le ha preparado. “Dios salvó mi vida por una razón, y esa razón fue para salvar a nuestro país y restaurar la grandeza de Estados Unidos. Vamos a cumplir con esa misión. No será fácil, pero traeré toda mi energía y mi espíritu para lograrlo. Es el trabajo más importante en el mundo. Tal como lo hice en mi primer término. Gobernaré con un lema: promesas hechas, promesas cumplidas”, explicó, con tono mesiánico.

“El mayor regreso político”

“Vamos a recuperar todo lo que perdimos. Nos fuimos para abajo muy rápido. Vamos a sellar esas fronteras, detener que la gente entre sin control a nuestro país. Pueden venir, pero tienen que hacerlo legalmente”, agitó nuevamente su clásico alegato, antes de llamar ‘campos enemigos’ a cadenas de televisión como CNN y NBC. Cuando recuperó el hilo, alabó a Elon Musk, uno de sus más importantes mecenas, a quien se refirió como “súper-genio” al que “hay que proteger”, y cedió el micrófono por unos segundos a JD Vance, quien espetó: “Es el mayor regreso político en la historia de Estados Unidos. Nunca dejaremos de luchar por ti, por el futuro de tus hijos. Lograremos también el mayor regreso económico en la historia de Estados Unidos bajo el liderazgo de Donald Trump”. Una comparsa por todo lo alto en una nueva noche triunfal en Florida, como la de 2016. Ocho años después, Donald Trump sigue aquí. Y seguirá.