El 'factor Florida' en las elecciones presidenciales de 2016
El 'Sunrise State' es clave para el devenir del resultado electoral. En 2016, Trump se agenció una victoria crítica y estrecha en Florida que fue decisiva.
"Quien quiere ganar la presidencia de Estados Unidos tiene que ganar Florida", es un axioma inquebrantable de la contienda política de cada cuatro años. El estado ha votado por casi todos los candidatos ganadores desde 1924 (con dos excepciones) y los poco más de dos millones de votos latinos (de una población de cinco millones, según el censo de 2018) son una obsesión para demócratas y republicanos. De hecho, Florida tuvo un rol protagónico en dos de las elecciones presidenciales más competidas de la historia: 2000 y 2016. Uno de los 'swing states' por excelencia sentenció aquellas contiendas in-extremis. Para 2020 su importancia se acrecienta.
Florida está catalogado como un 'estado pendular'. Es decir, no tiene una fuerza política dominante y su decisión, particularmente difícil de predecir, dadas sus condiciones demográficas, puede cambiar de un momento a otro. En 2016, Florida estaba marcado como un terreno potencialmente demócrata, pues había votado por Barack Obama cuatro años antes. Cuando la noche de votación entraba a sus horas más críticas, Hillary Clinton se había adjudicado California, pero faltaban por determinar sus resultados Florida y Pensilvania. Trump, finalmente, se alzó con la victoria en la península con menos de 100,000 sufragios de ventaja (4,617,886 contra 4,504,975; 49.02% contra 47.82%). Clinton no pudo sobreponerse al varapalo. El resultado desató una especie de efecto mariposa, porque la exsecretaria de Estado no volvió a triunfar en ningún territorio que le aportara la cantidad suficiente de votos electorales para detener a Trump. Florida, con 29 votos asignados, es el tercer estado más valioso según el Colegio Electoral, solo detrás de California (55), Texas (38) y empatado con Nueva York.
Bush vs. Gore, el drama
Todas las historias referentes a las elecciones presidenciales en Estados Unidos se remiten a aquella controversia, de la que se desprenden gran cantidad de teorías conspirativas e incluso acusaciones de fraude. 2000 puso de cabeza a todo el sistema y el país se precipitó peligrosamente a una crisis constitucional.
George Bush y Al Gore contendían para ocupar el Salón Oval en lugar del saliente Bill Clinton. La elección entraba en fase definitiva cuando la mayoría de las cadenas televisivas (ABC, CBS, CNN, NBC y Fox), basadas en información proveída por el Voter News Service, y citada por AP, concedió la victoria en Florida a Al-Gore. Media hora después, el veredicto cambió a "muy cerrado para definir el resultado" (too close to call). Al final de la noche, la diferencia era de tan solo 1,784 votos a favor de Bush. De hecho, inicialmente Al-Gore había llamado a su competidor para felicitarlo, pero luego se retractó. El Colegio Electoral de Florida ordenó un recuento manual, que comenzó el día posterior a la elección (7 de noviembre). Ambas partes llevaron el caso a la Suprema Corte; ganar Florida era ganar la presidencia. Nada más y nada menos. El 12 de diciembre de 2000, un mes después del día de la votación, la Suprema Corte validó los resultados del recuento: Bush ganó el 'Sunshine State' por 537 votos. Con ello, el texano superó por uno el mínimo de representantes electorales requeridos (270) para gobernar el país.
2016 y 2000 son los mejores ejemplos de la importancia que tiene Florida para el sistema electoral estadounidense. Para 2020, el New York Times estima que el voto latino será definitivo. El 51% será de origen cubano, que es mayoritariamente republicano. Según NBC News, Trump cuenta con un 56% de apoyo entre la población hispana de Florida, contra un 46% de Biden. En unas elecciones que se anticipan igualmente cerradas como las dos ejemplificadas, es probable que Florida vuelva a tener la última palabra.