La natación y las pruebas de velocidad muestran un dominio de atletas a partir de sus condiciones fenotípicas. Pero no cabe el análisis racial. AS consultó a dos expertos que brindan una explicación científica y sociológica.
¿Estadística o racismo? En un reportaje para la BBC durante los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, Raúl Fain Binda recordó un episodio de sobremesa: “¿Quién ganará los 100 metros planos?”, preguntó alguien. “No sé quién, pero será negro”, replicó una voz. El autor de la respuesta recibió, en automático, una etiqueta que condenaba su racismo ante la indignación de sus compinches. “No soy racista, porque estoy destacando una característica positiva, en vez de negativa”, se defendió. Los registros avalan su objeción. Los 46 atletas más rápidos en la historia de los 100 metros planos son de 'raza negra'; después de descender en la lista sobresale el nombre de Bingtian Su, chino, en el 47° puesto. Seis casilleros más abajo se encuentra el francés Christophe Lemaitre, primer atleta blanco que bajó de los 10 segundos en la prueba reina del atletismo. El debate está instalado. Raza y deporte. ¿Predisposición fenotípica? ¿Prejuicio? ¿Insensibilidad?
La discusión es espinosa. Ni siquiera hay un consenso entre la comunidad científica, antropólogos y sociólogos, sobre la existencia de distintas ‘razas humanas. Diversos grupos optan por utilizar el término ‘grupo étnico’ para evitar el análisis por arquetipos y, por ende, el prejuicio. Dichas corrientes establecen que las razas son un constructo social, un resultado de factores económicos, políticos y culturales, en amalgama, que predisponen las características físicas de determinada comunidad. AS consultó a dos expertos en ciencias de la salud y anatomía sobre si existe una predisposición genética que facilite la práctica de determinada actividad física de acuerdo a una conjunción entre las características del cuerpo con las del ejercicio mismo.
“La especie humana es una sola. En nuestra especie se presentan dos tipos de genes, polimórficos y no polimórficos”, inicia su exposición el Dr. José Del Río Valdivia, profesor investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colima. “Los polimórficos son los que nos interesan en este caso, porque son susceptibles a presentarse en distintas formas. A cada una de estas formas se llaman ‘alelos’: son las formas alternativas en que se manifiesta un gen. Eso permite que haya un fenotipo diferente. Un fenotipo es la apariencia externa. Cuando hablamos de ‘raza’ es que cada una tiene diferentes ‘alelos’ y, por ello, características físicas diferentes”, explica el docente. El Mtro. Pedro Flores, investigador de tiempo completo de la Facultad de Ciencias de la Educación en la misma universidad, coincide con la definición de su colega: “El fenotipo es la manifestación del genotipo de una persona, entendiéndose el genotipo como el conjunto de genes. Cada uno se presenta en función de determinada especie”.
Los fenotipos son lo que, comúnmente, se denomina ‘raza’. Cada fenotipo tiene determinadas características que, además, se potencian por las condiciones en las que se desarrollan. Los récords arrojan un axioma estadísticamente sustentado: un fenotipo corre más rápido que otro, y otro nada mejor. La prueba reina del atletismo, los 100 metros planos, es el mejor botón de muestra. En todas las citas olímpicas, desde Atenas 1896 hasta Río 2016, la carrera ha sido ganada por atletas de ‘raza negra’ en 15 ocasiones, por 13 ‘blancos’, que monopolizaron la prueba hasta 1932, cuando Eddie Tolan rompió la hegemonía. El último atleta ‘blanco’ que se erigió campeón olímpico de los 100 lisos fue el británico Allan Wells en Moscú ’80. Desde entonces, el nuevo ‘black power’, iniciado por Carl Lewis y coronado por Usain Bolt, ha dominado el tartán. Cabe señalar que, en sus primeras entregas, la participación de los atletas de ‘raza negra’ en los Juegos Olímpicos estaba restringida, así como su acceso a la práctica del deporte de alto rendimiento en sus entornos. De hecho, la edición de San Luis 1904 “celebró” competencias paralelas, denominadas ‘Juegos Antropológicos’, en las que grupos étnicos que los organizadores, embajadores de la América segregacionista, consideraban como “primitivos” (indios sioux, panwee, afroamericanos, etcétera), fueron obligados a participar en eventos sin registro oficial. “Una mascarada ultrajante”, describió entonces Pierre de Coubertin.
En natación la balanza cambia. Anthony Nesty, de Suriname, fue el primer atleta de 'raza negra' en colgarse una medalla de oro por velocidad en las piscinas, al ganar los 100 metros mariposa en Seúl 1988. Brad Bridgewater, estadounidense, repitió la hazaña ocho años después en Atlanta 1996, al triunfar en los 100 metros espalda. Antes de ellos, Enith Brigitha, oriunda de Curazao, pero competidora bajo la bandera de los Países Bajos en Montreal '76, rompió las barreras para los nadadores 'de color' con sus bronces en 100 y 200 metros estilo libre. Otra pionera fue Simone Manuel, primera afroamericana en liderar un podio de natación olímpica, la texana lideró los 100 metros estilo libre en Río 2016. De 568 medallas de oro entregadas en las albercas de la máxima cita deportiva, 514 están en posesión de deportistas ‘blancos’.
Todo remite al mismo concepto: el fenotipo. El Dr. Del Río cita un estudio, publicado en el Congreso de medicina del deporte en 2001 y realizado por el Instituto de Investigaciones y Medio Ambiente del Ejército de EEUU, que revela que las personas de color poseen una mayor cantidad de masa muscular (y masa grasa) en las piernas: “Esto hace que el peso de las piernas de los atletas de color sea mayor. Además, las extremidades de los atletas 'de color' suelen ser más largas y, por lo tanto, su centro de gravedad está más arriba”, asegura el investigador. Surge un factor preponderante a analizar: el centro de gravedad, que está determinado, según los expertos, por la ubicación del ombligo. Es el eje rector de la biomecánica de cada cuerpo. “Un centro de gravedad más alto nos permite que haya un poco más de peso. Quienes lo presentan así están ‘más pegados’ a la tierra, por así decirlo", apostilla Del Río. “Mientras más cercano al suelo esté el centro de gravedad, más estable. En caso contrario, los movimientos son más gruesos, más descontrolados, porque las extremidades están más separadas del centro del cuerpo”, prosigue Flores.
Ganadores de los 100 metros planos olímpicos
Edición JJOO | Atleta | País | Tiempo |
Atenas 1896 | Thomas Burke | Estados Unidos | 12.0 |
París 1900 | Frank Jarvis | Estados Unidos | 11.0 |
San Luis 1904 | Archie Hahn | Estados Unidos | 11.0 |
Londres 1908 | Reggie Walker | Sudáfrica / Reino Unido | 10.8 |
Estocolmo 1912 | Ralph Craig | Estados Unidos | 10.8 |
Amberes 1920 | Charles Paddock | Estados Unidos | 10.8 |
París 1924 | Harold Abrahams | Reino Unido | 10.6 |
Amsterdam 1928 | Percy Williams | Canadá | 10.8 |
Los Ángeles 1932 | Eddie Tolan | Estados Unidos | 10.3 |
Berlín 1936 | Jesse Owens | Estados Unidos | 10.3 |
Londres 1948 | Harrison Dillard | Estados Unidos | 10.3 |
Helsinki 1952 | Lindy Remigino | Estados Unidos | 10.4 |
Melbourne 1956 | Bobby Morrow | Estados Unidos | 10.5 |
Roma 1960 | Armin Hary | Alemania | 10.2 |
Tokio 1964 | Bob Hayes | Estados Unidos | 10.0 |
México 1968 | Jim Hines | Estados Unidos | 9.9 |
Múnich 1972 | Valery Borzov | Unión Soviética | 10.14 |
Montreal 1976 | Hasely Crawford | Trinidad y Tobago | 10.06 |
Moscú 1980 | Allan Wells | Reino Unido | 10.25 |
Los Ángeles 1984 | Carl Lewis | Estados Unidos | 9.99 |
Seúl 1988 | Carl Lewis | Estados Unidos | 9.92 |
Barcelona 1992 | Linford Christie | Reino Unido | 9.96 |
Atlanta 1996 | Donovan Bailey | Canadá | 9.84 |
Sídney 2000 | Maurice Greene | Estados Unidos | 9.87 |
Atenas 2004 | Justin Gatlin | Estados Unidos | 9.85 |
Pekín 2008 | Usain Bolt | Jamaica | 9.69 |
Londres 2012 | Usain Bolt | Jamaica | 9.63 |
Río de Janeiro 2016 | Usain Bolt | Jamaica | 9.81 |
*Fuente: COI (olympics.org)
La ubicación del centro de gravedad en cada fenotipo es crucial. Según los apuntes de los expertos consultados, la mayor longitud de sus extremidades confiere un centro de gravedad alto al fenotipo de la ‘raza negra’. Deja caer un mayor peso sobre el suelo desde un punto más elevado, lo que favorece su avance. Esto supone un 1.5% de mayor rapidez en una carrera corta, de acuerdo a un estudio de la Universidad de Duke. Por el contrario, en la natación opera a favor del fenotipo ‘blanco’ que el centro de gravedad se encuentre en posición horizontal bajo el agua: “Equilibra más el peso. Además, el torso es más largo en los ‘blancos’”, detalla Del Río. Adrián Bejan, especialista en termodinámica, explica el mecanismo citado por el blog especializado ‘bloguetudigas.wordpress.com’: “Nadar consiste en el arte de surfear la ola creada por el propio nadador. El nadador que hace la ola más grande es el que nada más rápido”, acción que ocurre con un torso más largo.
Otro determinismo fenotípico que influye en los resultados deportivos de alto rendimiento es la densidad ósea. Según el Dr. Del Río, los estudios han determinado que en las personas del fenotipo de la ‘raza negra’ el promedio de densidad ósea es de 1.05 gramos por centímetro cuadrado, mientras que en el ‘fenotipo blanco’ es de 0.94. “El hueso es más pesado en algunos casos y no flota de la misma forma”, aclara el académico. Tal condición implica un mayor gasto de energía para desplazarse por el agua para quienes presentan una mayor densidad ósea.
Un punto fisiológico más es el tipo de fibra predominante en los músculos. “Hay tres tipos de fibras musculares: de células musculares, lentas y rápidas. Las lentas son más gruesas, más grandes. Se les llama rojas también, por su acumulación de vasos sanguíneos. Las blancas son las rápidas, más delgadas, y se contraen con mayor velocidad”, explica el Dr. Del Río. Las fibras rojas son más propicias para realizar ejercicios prolongados, que impliquen resistencia física, como la natación y el ciclismo. Las blancas facilitan esfuerzos súbitos de alto impacto, como la halterofilia o la velocidad. Entra ahora en la ecuación el entorno geográfico y la preparación física, con argumentos científicos, de cada deportista.
Factores ambientales (altitud, orografía, clima) moldean las condiciones físicas del atleta y, bien leídas, pueden potenciar su determinismo fenotípico. Del Río cita como ejemplo a los fondistas de África oriental (Etiopía, Kenia, Uganda), que ostentan las mejores 41 récords mundiales del maratón y las últimas dos medallas olímpicas de oro en hombres y mujeres. “Por lo general, tienen un menor porcentaje de masa muscular en las piernas, sobre todo en los gemelos. Esto les permite consumir menos oxígeno. El oxígeno que respiran es más eficiente para ellos. Además, tienen un 90% de fibras lentas. No serían buenos en velocidad, pero sí para fondo. Aunado a esto, debido a sus piernas largas, el centro de gravedad alto, esto les permite ganar con asiduidad pruebas como los maratones. Su desempeño y su físico es consecuencia de muchas cosas: la gente se mueve en distancias largas por temas culturales, los países tienen muchas pendientes, montañas, altitud”, dilucida el experto. Flores coincide con su análisis: “Tenemos fenotipos. Sin embargo, las condiciones en las que nos desarrollamos va a determinar el desempeño”.
Por supuesto, no todo es determinismo físico. Los estudios y análisis fenotípicos explican un fenómeno en su generalidad, pero no en lo particular. A las predisposiciones genéticas le trasciende el concepto de ‘raza’ como un constructo social determinado por roles y costumbres conferidas, enraizadas en los cimientos de un sistema. A lo largo de la historia, la alimentación, los accesos a la educación, a los servicios públicos, médicos, los entornos sociales han estado supeditados al color de piel, como lo demostró el apartheid sudafricano y la segregación racial estadounidense, por lo que es inexacto asignar una conducta, una habilidad, una aptitud como característica excluyente de un fenotipo manifestado. Los resultados finales de un deportista no son producto de su ‘raza’, necesariamente; también hay que ponderar las condiciones sociales que han limitado o potenciado sus habilidades, su psicología, sus sentimientos, su físico, desentrañan los expertos.
"La preparación va a ser lo que determine sus posibilidades más que sus características fenotípicas"
Pedro Flores, investigador de la Universidad de Colima
El talento también puede llegar a trascender el determinismo físico. Las aptitudes de nacimiento, aquello no medible científicamente: la inspiración, el tacto, la habilidad de leer el juego y sus circunstancias. Hay disciplinas que son dependientes de un esfuerzo físico; otras requieren otros factores para su desempeño. El Mtro. Flores pone como ejemplo el baloncesto: “Su estatura va de los 1.80 metros. hasta más de 2 metros. Son contados los ‘chaparros’, pero claro que pueden sobresalir”, apuntó. Un atleta con condiciones fenotípicas ‘adversas’ puede competir al más alto nivel en determinado deporte; si el talento le acompaña, aunado a una preparación física adecuada y estudiada de acuerdo a las características del atleta, los resultados caerán por su propio peso. “Hay que ordenar las etapas de entrenamiento a largo plazo, respetar la alimentación, los periodos de edad, periodos de sueño. Es una situación compleja. También es importante llevar con ese régimen la carrera de un deportista desde la iniciación”, expone Flores.
Dicho lo cual, una persona con ‘limitaciones fenotípicas’ podría, por ejemplo, ¿contender por los 100 metros planos? Para Flores es posible. Un plan rígido con el cual pueda aprovechar sus características y detonar reacciones químicas en sus sistemas endócrinos, respiratorios, circulatorios: “Lo podría hacer con el entrenamiento adecuado. La altura de las piernas, la talla, la zancada podría jugar en su contra. Sin embargo, no es una determinante. Podría bajar de ese tiempo (10 segundos), pero a través de un trabajo a largo plazo muy significativo. Una programación de ejercicio muy fina y personalizada. Esto detona procesos químicos internos a través de enzimas conversoras de angiotensina 1 o 2, con la cual se aumentan los niveles de sangre, lo que eleva la presión y volumen sanguíneo; hay más irrigación, más oxigenación y más aporte de nutrientes a músculos. La preparación va a ser lo que determine sus posibilidades más que sus características fenotípicas”, argumenta el investigador. Christophe Lemaitre (200 metros planos) y Yuliya Nestsiarenka (100 metros planos), medallistas olímpicos de plata y bronce en Río 2016 y Atenas 2004, respectivamente, son el mejor ejemplo de ello.
En el caso de la natación, Flores desarrolla el mismo marco: “Habrá que ver si la estatura es compatible con el fenotipo de los nadadores: envergadura de brazos, de casi dos metros de apertura, lo que daría una mayor fuerza de palanca para utilizar la brazada. Si tiene menos de 1.50 habría que ubicarlo dentro de un estilo diferente. Puede existir una limitación desde el punto de vista mecánico, pero no se le puede descartar. El entrenamiento debe estar dirigido en función del modelo de tal deporte”, concluye.
"En el deporte no hay razas, sino preparación y resultados"