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Troy Aikman y las gemas del Capitán América

El envidiable talento a su alrededor fue la bendición y maldición para el quarterback de los Dallas Cowboys, que ganó tres anillos del Super Bowl.

Estados Unidos
El envidiable talento a su alrededor fue la bendición y maldición para el quarterback de los Dallas Cowboys, que ganó tres anillos del Super Bowl.
Getty Images

“Lo disfruto cada vez que lo pasan”, dice Troy Aikman sobre el golpe que le propinó LaVar Arrington aquel 10 de diciembre de 2000 en Texas Stadium. “... porque no recuerdo lo que sucedió”.

No bromea.

El impacto de Arrington le provocó una conmoción cerebral, la décima y última de su trayectoria profesional. Después de 12 temporadas y con tan solo 34 años, la carrera de Aikman llegó a su fin de una manera acorde: Intensa y repleta de claroscuros.

Aikman fue el primer jugador que se integró a los Cowboys en la era post-Tom Landry, como la primera selección colegial en el Draft de 1989 y no ganó en 11 inicios para un equipo que terminó la temporada con récord de 1-15. Le tomó apenas dos años, devolverle el prestigio a una franquicia de Dallas para la que es imperdonable, siquiera, rondar la mediocridad.

Sin embargo, a pesar de ganar tres Super Bowls en sus primeras siete temporadas y retirarse con todos los récords para un quarterback en la historia de la franquicia, Aikman nunca recibió todo el crédito en la prensa. Es el elevado precio que tuvo que pagar por jugar con uno de los equipos con más talento individual que haya visto la NFL.

Pero no todos comparten la misma idea.

“Todos nos presionábamos el uno al otro. Probablemente, él era el más relajado, pero también el más obstinado. Su terquedad era realmente su manera de demostrar que perder no era una opción”, declaró en su momento Emmitt Smith, parte de los famosos “Trillizos” que dominaron a la NFL en la primera mitad de la década de 1990.

“Cada que pisaba el campo, los demás sabían que no podían vencerlo”, dijo el líder en yardas terrestres en la historia de la NFL.

Y durante la primera mitad de su carrera, Emmitt tenía razón. Aikman llevó a los Cowboys a 60 triunfos en sus primeras siete temporadas, incluyendo el año de 0-11, ganó tres Super Bowls, fue más valioso en el primero de ellos, y fue cinco veces al Pro Bowl. Pero eso fue mientras el núcleo de Dallas permaneció intacto. Porque Dallas era más que los “Trillizos”, era una línea ofensiva fenomenal, una defensiva mordaz y un coach adelantado a su época como Jimmy Johnson. Una vez que las piezas comenzaron a desmoronarse, Aikman y los Cowboys solo sumaron un triunfo en playoffs el resto de la década.

Claro, el crédito del éxito en Dallas era compartido. Johnson, a quien Aikman se refirió no hace mucho como el “Bill Belichick de esa era”, fue parte fundamental. Pero también lo fue Aikman.

La historia ha demostrado que un corredor, incluso uno tan fenomenal como Smith, no puede cargar a un equipo hacia un campeonato, mucho menos a tres. La historia ha demostrado, también, que un receptor no hace a un quarterback, sino que se complementan. Así que sin Aikman detrás del centro no habría tres Lombardis en Dallas. Así de sencillo.

La falta de crédito de Aikman se origina en que nunca tuvo números espectaculares, es difícil tenerlos cuando se le entrega 35 veces el balón a Smith en un juego. O la falta de remontadas dramáticas, de las que sus Cowboys pocas veces requirieron al ser un equipo sumamente dominante. Su radio de 165 pases de touchdown por 141 intercepciones tampoco ayuda.

Pero argumentos para acallar a los detractores sobran. Sus tres anillos son irrefutables, como lo es su récord de 11-5 en playoffs. Y con o sin “Trillizos”, Aikman superó los 100 puntos de rating en 8 de los 9 juegos de playoffs en los que los Cowboys ganaron el Super Bowl.

¿La excepción? El Super Bowl XXVII ante los Buffalo Bills, un partido que a la fecha Aikman no recuerda siquiera haberlo jugado cortesía de la conmoción que sufrió en la Final de la AFC ante San Francisco.