Cuba, la isla de las medallas y las deserciones
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El país caribeño es la máxima potencia deportiva de Latinoamérica. Sin embargo, las recurrentes deserciones de sus atletas reflejan un problema social

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Cuba, la isla de las medallas y las deserciones

El país caribeño es la máxima potencia deportiva de Latinoamérica. Sin embargo, las recurrentes deserciones de sus atletas reflejan un problema social

En el verano de 2001, Taismary Agüero, campeona olímpica en Atlanta y Sidney con la selección cubana de voleibol femenil, escapó del hotel donde se alojaba junto con su equipo nacional en Montreaux, Suiza. Fuera la esperaban Anna Maria Castellani y Chiara Tutalini, dos amigas que había conocido en su estancia en Perugia, donde jugó para el Sirio Perugia durante dos temporadas. Llegó a Italia y solicitó asilo político, lejos de su natal Mayajigua, de su familia, de la Cuba de la Revolución. Inició entonces un tortuoso periplo burocrático para Agüero. El régimen castrista no le permitió volver a la isla, ni para visitar a su madre, quien cayó enferma en 2008. “No permitamos jamás que los traidores visiten después el país para exhibir los lujos obtenidos con la infamia”, escribió Fidel Castro en un texto publicado en el diario Granma en julio de aquel año, en clara explicación de cómo el régimen reprocha las desbandadas de sus deportistas, esculpidos por y para el Estado.

El historial de deserciones en el deporte cubano es amplio. El profesionalismo fue prohibido en 1961 bajo la premisa de la no-mercantilización, por incentivar, según las directrices del régimen, “el enriquecimiento de unos pocos”. El deporte como derecho inalienable (y obligatorio). En búsqueda de mayores oportunidades y mejores condiciones de vida (el salario promedio de un deportista cubano en la isla es de 39 dólares mensuales desde 2014), desde la década de los 80 se ha desatado una sangría a través de actos de escapismo, como el de Agüero, y los más célebres, los intentos de Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara durante los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007. Ambos pugilistas escaparon de la delegación y se refugiaron en un balneario hasta que fueron detenidos por agentes de la Policía Nacional y deportados de vuelta a Cuba. Finalmente, Rigondeaux y Lara lograron fugarse uno y dos años después, respectivamente. En la lista también están los casos de Orlando “El Duque” Hernández, Yasiel Puig, René Arocha y, por supuesto, diversas versiones de la Selección Cubana de Fútbol a lo largo de sus excursiones internacionales. El deporte como vía de escape.

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Para muchos atletas, un viaje al extranjero fue, por décadas, la única oportunidad viable de formar una vida fuera de Cuba. Sin embargo, cabe señalar que desde la disposición de nuevas normas migratorias en 2012, los atletas pueden solicitar un permiso especial que les permita abandonar la isla para emplearse en el extranjero. No obstante, aún muchos deportistas optan por abandonar las misiones en exterior antes o escapar de la isla antes que enfrentar un proceso burocrático que no les garantiza el pasaje de salida. En los Juegos Panamericanos de Toronto, en 2015, la agencia EFE reportó 28 deserciones; la mayoría, del equipo de hockey masculino, que perdió a la mitad de sus integrantes en plena competencia.

En 2014, el Consejo de Ministros, con autorización del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER, el órgano que rige el deporte en la isla), aprobó una política de remuneraciones que reparte a los atletas en seis categorías, de acuerdo a sus resultados en competencias internacionales. El incentivo económico se calcula en función de la categoría. Los medallistas olímpicos, que ocupan la cima de la escala, tendrán derecho a percibir un salario equivalente a 62 dólares mensuales, independiente de los bonos y premios que podrían ascender a los 3,547 dólares, en caso de conseguir la presea dorada. Los segundos beneficiarios son los medallistas mundiales, que reciben 54 dólares más pagos extra. Continúan los medallistas panamericanos, con 50 dólares; después, los campeones centroamericanos, con 46 y, por debajo, los miembros de la preselección nacional de béisbol y los afiliados a la Liga local (Serie Nacional), con 42. El último casillero lo ocupan las reservas de los equipos de la Serie Nacional, que solo ingresan 18 dólares mensuales.

Una oportunidad

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El fútbol no es una prioridad en Cuba. La Selección, enterrada en la urna 174 del ranking de la FIFA, olvidada bajo el brillo del béisbol y el deporte olímpico, brilla por su ausencia en el escenario internacional. No asiste a una Copa del Mundo desde 1938 ni a los Juegos Olímpicos, desde 1980. La Copa de Oro es su única tarima, y no siempre llega a ella. Y cuando lo hace, suele quedarse en el camino al primer corte; solo en las ediciones de 2003 y 2015 superó la fase grupal, aunque Estados Unidos les despertó del sueño con dos goleadas de autoridad (5-0, 6-0). La Copa Oro es la vía favorita de los futbolistas cubanos para desertar, gracias a la llamada ‘Ley de pies secos, pies mojados’, que permite a cualquier ciudadano isleño permanecer en territorio ‘americano’ y obtener el permiso de residencia un año y un día después de arribar al país, sin importar que lo haya hecho ilegalmente.

En la edición de 2015, la Selección comandada por Raúl González llegó a Estados Unidos con 23 futbolistas y regresó a Cuba con 19. En algún lugar de la Unión Americana quedaron Keiler García, Arael Argüellez, Darío Suárez y el delantero Ariel Martínez, quien bajó a toda prisa del autobús al llegar al hotel de concentración después de la estrepitosa derrota de 6-0 frente a la selección local en cuartos de final. En total, desde 2002, 25 futbolistas de distintas representaciones cubanas han aprovechado su estadía en Estados Unidos con motivo de un torneo para huir. La mayor desbandada ocurrió en marzo de 2008, cuando siete futbolistas se fugaron durante la primera fase del torneo preolímpico de Concacaf, en Tampa, Florida, muy cerca de Miami, el epicentro de la diáspora cubana. José Manuel Miranda, Erlys Garcia Baró, Yenier Bermúdez, Yordany Alvarez, Loanni Cartaya Prieto, Yendry Díaz y Eder Roldán fueron los evadidos.

En la Copa Oro de 2007, Osvaldo Alonso, el máximo representante del balompié cubano en la actualidad, desertó junto a Lester Moré en Houston. Después de la evasión, el centrocampista se probó en Chivas USA (MLS) y Charleston Battery (United Soccer League, USL), antes de convencer a los cazatalentos de Seattle Sounders. Nueve años en Seattle convirtieron a Alonso en leyenda: 339 partidos, 21 goles, una MLS Cup y cuatro invitaciones al MLS-All Star. ‘Honey Badger’, el ‘desertor’ que cumplió a lo grande su sueño americano.

Otra célebre escapatoria en masa sucedió el 12 de octubre de 2012. ‘’Los Leones del Caribe’ cayeron 3-0 frente a Canadá en el BMO Field de Toronto en el último partido de la penúltima fase de la clasificación para la Copa del Mundo de Brasil 2014. La noche previa al encuentro, Reysander Fernández Cervantes, Eviel Cordovez González, Maikel Chang Ramírez, Odisdel Cooper Despaigne y el psicólogo Ignacio Abreu Sánchez, se escabulleron del hotel de concentración en un autobús y cruzaron la frontera hacia Estados Unidos al día siguiente. El equipo, entonces dirigido por Alexander González debió encarar el cotejo solo con los 11 titulares, sin suplentes. Para entonces, la Selección ya no tenía ninguna posibilidad de acceder a la máxima cita mundialista.

De ellos, Chang fue quien adquirió mayor notoriedad. En 2013, firmó un contrato con el Charleston Battery, el mismo equipo que se fijó en Alonso y, cinco años después, fue reclutado por Real Monarchs, filial del Real Salt Lake de la MLS. En mayo de 2018, AS relató su travesía y su batalla del día a día. “Les dije a mis compañeros que si esperábamos más corríamos el riesgo de que nos quitaran los pasaportes y apareciera la seguridad, así que nos fuimos por las escaleras de incendios”, recordó. Pasaron 12 horas en la agencia aduanal y finalmente cruzaron el paso para ponrt rumbo a Miami. Dos días duró trayecto, acompañado de Fernández, Cordovez y Cooper. Sin familiares en Estados Unidos, Chang dependió de sus colegas para encontrar un techo: “El tío de la novia de uno de los muchachos nos permitió quedarnos en su casa”, narró. Y pasaron los meses de incertidumbre, de llamadas infructuosas, de correr en los parques para no perder la condición física, hasta que llegó el contrato de Charleston.

¿La historia de siempre?

Ahora, Cuba vuelve a una Copa Oro. La selección isleña integra el grupo A de la edición 2019, junto a México, Martinica y Canadá. En su roster figuran siete futbolistas que militan fueran de la nación: cuatro en República Dominicana (Jarabacoa y Delfines del Este), dos en Guatemala (Universidad de San Carlos) y uno en Panamá (Club Atlético Independiente); eso sí, Yordan Santa Cruz, futbolista de Jarabacoa y máxima figura de los ‘Leonez’ caribeños, no podrá disputar el torneo porque su visado no fue autorizado por la embajada estadounidense en República Domincana. Aun así, se trata de la representación más “internacional” que Cuba mostrará al mundo en un torneo oficial. Una que, a priori, no estaría tentada a engrosar el expediente de deserciones. Pero la historia está condenada a repetirse. A veces, los sueños anteceden a la patria.

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