La NFL en 2119: ¿Un espectáculo físico o tecnológico?
A exactamente 100 días de cumplir su primer siglo de vida, la NFL ha evolucionado enormemente ¿Qué tanto cambiará el juego en otros 100 años?
Durante los últimos 100 años, hemos visto a la humanidad conquistar el cielo y el espacio, el nacimiento y caída de imperios y el inicio de una revolución científica y tecnológica que le ha traído tanto beneficios a la sociedad como daños al planeta.
Hemos visto, también, al ser humano alcanzar el punto más alto de su capacidad física y a una comunidad farmacéutica dispuesta a proporcionarle todos los atajos posibles.
La NFL ha sido testigo, víctima y beneficiario de todo esto ahora que está a 100 días de cumplir su primer siglo de vida, en los que se ha convertido de un incipiente y endeble organismo en una industria multimillonaria y una de las ligas más importantes e influyentes del mundo.
Pero ¿Sobrevivirá otros 100 años? ¿Qué tantos cambios sufrirá? ¿Cómo resultará afectada por la tecnología o los inminentes cambios que sufre el planeta?
AQUÍ INICIA EL VIAJE: NFL 2119
A fin de averiguarlo, me dispongo a viajar a Hill Valley, California, donde mi amigo el doctor Emmett Brown me prestará su DeLorean para ver un juego de NFL en el año 2119. Y mientras me cuido de no causar una paradoja, aprovecharé para buscar un almanaque deportivo.
Opto por un juego de diciembre: Nada como un partido bajo la inclemencia de los elementos y sabor a playoffs. Pero al llegar a mi destino, me encuentro con un clima más bien cálido en Londres, donde los locales London Inmortals _ después me entero que el nombre es en honor a Su Majestad la Reina Isabel II, quien acaba de celebrar su cumpleaños 193 _ se enfrentan a los New England Patriots.
Con 75 años de existencia, los Inmortals son una de las franquicias más añejas de la nueva expansión de la NFL, a la que también pertenecen los San Antonio Alamos, los Monterrey Scrooges, los Liverpool Beatles, los Madrid Toreros, los Tokyo Godzillas, los Mexico City Earthquakes y los Googleland Spies (sí, esos infelices hicieron su propio país).
Llego al estadio Elton John, notablemente más pequeño que los de la actualidad y lo primero que llama mi atención es que no hay césped. Al menos no es natural. Tampoco es ese remedo de pasto sintético de nuestros tiempos, el asesino de ligamentos. Es una superficie acolchada, diseñada especialmente para absorber impactos y evitar las lesiones. Por eso los jugadores ya no utilizan spikes sino zapatillas con suela de goma. Tecnología al servicio del deporte.
Una vez instalado en mi lugar y a minutos del “kickoff”, me pongo los lentes que me permiten ver todo tipo de información: Desde la fuerza y trayectoria de cada pase y la línea virtual del 1st down, hasta la energía restante de cada jugador, la fuerza de cada impacto y un mapa anatómico que da actualización de las lesiones en tiempo real, e información incluida en el GPS del balón, como si cruzó o no la línea de gol.
Cada equipo manda a siete jugadores al campo, se acabaron las cruentas batallas en la línea de scrimmage y las lesiones que le acompañan. Ya no hay linieros, los jugadores son significativamente más pequeños en talla y más rápidos a causa de los límites de altura y peso como resultado del nefasto incidente de 2063 en el que dos jugadores perdieron la vida después de un brutal impacto. Tampoco hay kickoff, cada equipo inicia desde su yarda 25 y solo hay tres downs para recorrer las 20 yardas que los separan de otra primera oportunidad.
Los cascos son una especie de enorme hisopo diseñado para absorber el impacto tanto en emisor como receptor y está repleto de terminales que ofrecen todo tipo de información a robots médicos, coaches. El juego lleva un ritmo excepcional, bendita tecnología que analiza en tiempo real cada jugada y en cuestión de 10 segundos ofrece un veredicto certero y justo. No más fallas arbitrales. Yo siento que las extraño.
El quarterback de los Inmortals, LeBron James III tiene una primera mitad espectacular al lanzar para 235 yardas y tres touchdowns, y correr para otras 123 cortesía, en parte, de su robotizada pierna izquierda. En la segunda mitad, los Patriots responden con una serie de jugadas defensivas que dan pie a una remontada luego de colocarse en desventaja de 28-3 a mediados del tercer periodo. Deja vu.
Algo en el quarterback de los Patriots me parece sumamente familiar. No logro identificarlo a primera vista detrás de ese enorme uniforme, y una ridícula cantidad de prótesis. Frente a mi lugar, aparece un holograma con toda la información que requiero, pero no parece correcta. El nombre dice Tom Brady y el rostro corresponde. Pero eso es imposible. ¿O no? No es un Tom Brady Bundchen, ni Tom Brady III. Es el mismo de siempre. O bueno, solo una cabeza protegida por un enorme casco. Aún, sin una arruga.
Es todo lo que necesita.
Los Patriots concretan la remontada en tiempo extra y avanzan al Super Bowl 45 en su historia. Brady es nombrado el Jugador Más Valioso y recibe el premio nada menos que de manos del Emperador Chabelo.
En el vestidor, el comisionado Kanye Trump-Kardashian intenta consolar a James III, quien luce cabizbajo y decepcionado. El equipo, del que también es dueño, se ha quedado nuevamente en la orilla. La incesante lesión en su brazo derecho comienza a menguar con cada trago que le da a su Snoop Boost, una bebida energética a base de mariguana y principal patrocinador de la Liga.
Me alejo del estadio, contento y con ganas de celebrar. Pregunto a un aficionado que camina a mi lado cuál es el mejor lugar para tomarme una cerveza.
“¿Qué es una cerveza?”, pregunta con intriga.
Mi respiración se acelera, el pánico me invade y comienzo a sudar incontrolablemente al ver cristalizada la peor de mis pesadillas.
Me apresuro al DeLorean. Solo quiero volver lo más rápido que sea y, en mi prisa, olvido comprar el maldito almanaque. Maldita sea.
La única buena noticia es que la NFL goza de cabal salud a sus 200 años.