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Adriana Ruano, tiradora guatemalteca, medallista de oro en los Juegos Olímpicos de París 2024.

REPORTAJE |

La gimnasta que ganó el oro con un rifle

Estados Unidos

Sólo una persona en Guatemala tiene un metal olímpico de oro. Es Adriana Ruano, quien relató a AS su camino desde la gimnasia hasta su histórica coronación en París.

Prólogo

Segundos después de ganar la primera medalla de oro olímpica en la historia de Guatemala, Adriana Ruano recordó la pregunta que le hizo dos años atrás a su entrenador.

- Pedro, ¿será que sirvo para este deporte?

Cada que Adriana regresaba a Guatemala de alguna competencia internacional “era llorar, y llorar, y llorar”. Su padre, Luis Fernando, había fallecido dos meses antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, los primeros de Adriana, una gimnasta maltrecha que había encontrado en el tiro una nueva esperanza.

- No me encontraba en el país, estaba en un campamento en la República Dominicana cuando me enteré. Regresé a Guatemala a estar con mi familia esa semana. Enterré a mi padre. Tenía que irme a un campamento en Italia dos semanas después. De ahí, tenía que saltar a Tokio. Siento que puse pausa al duelo y dije ‘no, ahora no puedo’. No puedo empezar a vivir un duelo justo ahora, tengo que seguir enfocada en mi responsabilidad, que eran los Juegos Olímpicos. Era lo único. No podía.

Tres años después, Adriana es campeona olímpica de tiro. Su deseo original era hacerlo como gimnasta.

La reacción de Adriana Ruano al darse cuenta de que había ganado la medalla de oro.
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La reacción de Adriana Ruano al darse cuenta de que había ganado la medalla de oro.ALAIN JOCARDAFP

I

Tenía sólo cuatro años cuando Adriana empezó a probar en la gimnasia artística. Una de sus primas, a la que visitó en Estados Unidos, fue su motivación. Copiaba los movimientos que ella hacía y, al regresar a Guatemala, su madre la inscribió en una academia. “Quería ser una gimnasta olímpica y ganar una medalla para mi país”. Los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Mayagüez, en 2010, fueron la primera competencia de calado internacional a la que Adriana asistió. Consiguió el sexto lugar en barras asimétricas y el octavo en All-Around.

Corría septiembre de 2011 cuando Adriana sintió una incomodidad en la espalda.

- Ese día falté al entrenamiento en la mañana. Me hice los exámenes. Luego fui a mi sesión de la tarde. El médico llamó a mis padres para que me sacaran de ahí porque habían encontrado algo grave y tenían que hacerme más exámenes. El médico fue muy claro: tres meses de recuperación, usar un corsé, cero impacto. Estaba a 20 días de viajar a un campeonato mundial, en Tokio, clasificatorio a Londres 2012. El entrenador le preguntó al médico si podíamos ir con una carga más baja de entrenamiento: fue imposible. Si mi entrenador autorizaba ir al campamento, era negligencia; tenía 50% de riesgo de regresar en silla de ruedas para el resto de mi vida.

Las pruebas habían encontrado múltiples lesiones en la columna de Adriana: necrosis avascular, aplastamiento de discos, hipercifosis, hiperlordósis, escoliosis, microfracturas. Muchos términos incomprensibles que, por lo mismo, indican cierta gravedad. Ninguna fue ocasionada por un golpe específico, sino por el desgaste de al menos cuatro años como gimnasta. Ocurría que Adriana tenía un umbral del dolor muy alto. Lo que sentía como un simple espasmo muscular se convirtió en un riesgo severo para su motricidad. Y su vida.

- Peleaba mucho con mis papas. Les decía ‘a mí no me importa ir, si me toca regresar en silla de ruedas lo voy a hacer’. Era la inmadurez de una niña de 16 años. La rebeldía.

Fue la primera vez que Adriana vio a su padre llorar. Era médico y conocía los riesgos.

- Mis padres tomaron la decisión por mí. Hoy les agradezco. Tenían razón. Pero, en ese momento, fue algo muy difícil para mí.

Adriana usó corsé durante un año y tres meses. Rehabilitación, fisioterapeutas, radiografías. Y la espera. Y los días que se amontonaban. El único deporte que su médico le permitió fue la natación; una vez a la semana. Pero no.

Foto de acción de Adriana Ruano (Guatemala), durante el Panamericano de Gimnasia en Guadalajara.
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Adriana Ruano, como gimnasta en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, en 2011.DAVID LEAHMEXSPORT

II

Adriana se retiró del deporte.

“Estoy cansada. Estoy subiendo de peso. Quizá suena feo, pero me odio; honestamente. No me gusta cómo me miro. Me siento una perdedora. Ya no más. Se acabó el deporte para mí”, pensó. Había intentado volver a la gimnasia, pero cada aterrizaje sobre el tapiz la quebraba. Adriana miraba a las novatas completar rutinas de relativa facilidad que para ella ya eran imposibles. Faltaban seis meses de recuperación total.

Rodrigo Zachrisson, amigo del hermano de Adriana, tuvo una idea.

- Invítala. Que pruebe. No hay muchas mujeres en este deporte. Es una buena opción para ella.

Era diciembre de 2012. Adriana se acercó al Club de Caza, Tiro y Pesca. Fue la primera vez en la que empuñó un arma. Entonces, Rodrigo lanzó un plato al aire. Adriana apenas sabía quitar el seguro. El disco voló. ‘Adris’ contrajo su índice derecho que acariciaba el gatillo. El perdigón salió disparado. En menos de un segundo, el plato estaba hecho añicos.

- Fue suerte de principiante. No volví a romper otro ese día.

Adriana rompió dos platos de un tiro. Un deporte y una terapia; de las florituras al fusil. En esa soledad del campo abierto, ella y un rifle, pudo encontrarse a sí misma entre disparo y disparo. Las balas curaron a la gimnasta herida.

Los oídos tapados. No escuchar nada. El aire fresco que le besa las mejillas. Adriana nunca había visto un atardecer en el gimnasio. Contemplaba el cielo antes de apuntar. Ver que había vida allá fuera, tanto verde. Y el rifle que truena. Los añicos que se hacen puntos. Los puntos que se hacen medallas.

Cuando Adriana veía volar los trozos de arcilla, le parecían, también, los retazos de sus sueños rotos. Descargaba en el gatillo toda aquella furia y frustración. Cada que la bala hacia explotar el disco, Adriana se sentía aliviada. La espalda, de repente, dejaba de doler.

- Entro en mí misma. Los pensamientos. Las palabras que me voy diciendo. La gimnasia la viví en automático. Nunca tuve tiempo para mí. Nunca tuve tiempo para pensar por qué otros caminos quería ir. Hasta el tiro empecé a conocerme como persona.

Cuando Adriana hacía volar los trozos de arcilla, también hacía estallar su pasado. Sus miedos. Los augurios de que no volvería a caminar. Su carrera como gimnasta. Sus recuerdos vestida en el leotardo azul. El tiro se había convertido en una metáfora de su vida.

- El tiro es un deporte muy solitario. Requiere de mucha introspección.

Sin embargo, Adriana aún soñaba con volver a la gimnasia.

- Mi pasión no se había ido todavía. Lo veía como opción aún. Cuando empecé en el tiro, me tocó ser la última en todo. Aprendí a quedar última. Pensaba ‘¿por qué estoy aquí si ya tenía cierto nivel en la gimnasia?’. Poco a poco empecé a subir y me logré enganchar a este deporte. Tuve que aceptar que la gimnasia ya no iba a ser una opción.

- ¿Crees que de haber seguido en la gimnasia habrías tenido el mismo éxito que tienes como tiradora?

- Creo que no. La gimnasia requiere tanto del deportista: tiempo, aprender a aguantar el dolor. Los gimnastas pasamos mucho dolor. La exigencia de los entrenadores, muchas veces, llega a un punto en el que es insoportable...

La gimnasta que ganó el oro con un rifle

III

La primera vez que Adriana se sintió una tiradora hecha y derecha fue en 2016, en Colorado Springs. El campeonato nacional de Estados Unidos tenía una competencia para ‘invitados internacionales’ sin división de género. Ruano clasificó a la final de seis aspirantes en la prueba de escopeta en foso. Peleó la plata con la puertorriqueña Ana Latorre y venció después de una tormenta que detuvo el desafío por casi una hora. Rayos, truenos, granizo. Cuando el temporal amainó, Adriana salió al campo y disparó a los ocho platos restantes. De los 15, rompió 14.

- Ahí fue cuando me di cuenta de que la fortaleza y el trabajo mental de la gimnasia me ayudó. Quedé muy satisfecha de mí. Eso me dio el chispazo para decir ‘esta será mi nueva meta’. Aprendí que tenía la capacidad para llegar a los Juegos Olímpicos.

Adriana fue voluntaria en Río 2016. Integró el staff organizativo en el Centro Olímpico de Tiro, en Deodoro. Ahí, apoyó en primera fila a Enrique Brol, décimo lugar en el doble foso. Si le faltaba algo para dejar la gimnasia atrás, era eso. El contacto directo. El conectar su presente con el sueño palpable. El estar. Adriana había vuelto a sentirse deportista.

Y dos meses antes de los Juegos Olímpicos...

Adriana Ruano Oliva compite en la final de la prueba de foso olímpico para mujeres en París 2024.
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Adriana Ruano Oliva compite en la final de la prueba de foso olímpico para mujeres en París 2024.ALAIN JOCARDAFP

IV

- Papá, por favor, ayúdame. Échame la mano. Dame la fuerza.

Cada que Adriana fallaba un disparo en Tokio se echaba a llorar. Un día antes de contender le escribió una carta a su padre. “Le expresé lo que quería para los Juegos Olímpicos. Quería dedicárselos”. Adriana consideró el resultado como un desastre. Después de cada ronda, en plena competencia, habló con su madre vía videollamada: “Me ayudaba, me consolaba. Me daba ánimos y fuerza. Hice todo lo que pude”.

- ¿Cómo hiciste para sostenerte durante la competencia?

- No pude. No pude afrontarla de la manera correcta. No sé si haya una forma correcta de afrontar algo así con tan poco tiempo. Fui sólo a los Juegos Olímpicos para darle fin a eso. Nada más.

En los Juegos Olímpicos, el epítome de todo atleta, Adriana conjuró su duelo. Con lágrimas y balas perdidas.

Waleska Soto, Adriana Ruano y Stefanie Goetzke ganan medalla de plata en Mundial de Tiro Deportivo
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Adriana Ruano no tuvo una buena actuación en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 por circunstancias personales.

V

A su regreso de Tokio, Adriana habló con su psicólogo: “No quiero trabajar nada deportivo, sólo la parte clínica. Siento un vacío que ni con la lesión de la gimnasia había sentido”.

Adriana ya había alcanzado su meta máxima, los Juegos Olímpicos. Regresar sin un objetivo en el horizonte, sin un motivo de vida, le daba la sensación de aproximarse a un precipicio.

- En lo laboral, ya había parado también. Mi crecimiento se había detenido. Regresé de Tokio y no tenía nada. Me pidieron dar una charla sobre cómo mantener un balance en mi vida. ¿Cómo iba a hacerlo justo cuando peor estaba? Decidí ser honesta con el público y les expliqué lo que estaba pasando en ese momento. Estaba destruida. Ahí empecé a trabajar.

Pedro Martín Fariza, entrenador español, encontró a Adriana a mediados de 2022. Trazó una dinámica de trabajo sustentada desde el núcleo psicológico hasta una reconversión completa del método competitivo. La confianza de Adriana estaba “por los suelos”. Enfoque técnico, encares en casa, terapia psicológica, rifles y culatas a la medida. Todo cambió. Empezar de cero. Otra vez. Los resultados fueron catastróficos entonces.

- Pedro, ¿será que sirvo para este deporte?

El 26 de octubre de 2023, Adriana se colgó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile.

Adriana Ruano Oliva, en plena acción en París 2024, en búsqueda de la ansiada medalla de oro.
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Adriana Ruano Oliva, en plena acción en París 2024, en búsqueda de la ansiada medalla de oro. VASSIL DONEVEFE

VI

Adriana no había dormido bien. Pasó esa noche con ansiedad. El nervio de la competencia le espantó el sueño. Un día antes había visto a su compatriota y amigo Jean-Pierre Brol capturar la medalla de bronce, un hito para Guatemala. El resultado la llenó. Al ver a su bandera en el podio, Adriana se convenció de que era posible. De que el día había llegado.

31 de julio de 2024. Meditación. Desayuno. Salir de la Villa Olímpica camino al campo de Chateauroux. La rutina de siempre: 10 minutos del podcast ¿Qué haría Jesús?, una oración, la canción Can’t Hold Us de Macklemore. Aislamiento. Ella y nadie más.

El cielo encapotado. Ella, impertérrita; peto azul marino, camiseta blanca de manga larga, el cabello recogido en una coleta, los aretes aperlados. La mirada recia de quien a nada teme. Primera ronda. 122. Un tiro a la nada y entraría en shot-off. El nervio. Y la gimnasia. Y la columna. La hipercifosis, la hiperlordósis. Y el funeral. Y Tokio. Y todo.

- Adriana, disfruta tu final olímpica. Sólo disfruta.

Apunta. Sólo apunta. El rifle mira a la derecha. Los añicos anaranjados. 45 puntos. Récord olímpico. La aterciopelada tarde parisina ya doblaba.

- Agradecí a Dios. Le pedí paz. Todo lo pasó que en esos 15-20 minutos me lo dio él.

Cuando Adriana supo que había ganado el oro, el recuerdo de su padre ocupó su mente, casi como una aparición fantasmal entre las sonrisas más puras y absolutas. Después, pasaron por sus ojos todos los momentos en los que había pensado en desistir, que no fueron pocos. “Papá, por favor, ayúdame”.

Adriana Ruano Olivia hace historia: posa con la primera medalla olímpica dorada de Guatemala, la segunda medalla olímpica de oro de una mujer centroamericana.
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Adriana Ruano Olivia hace historia: posa con la primera medalla olímpica dorada de Guatemala, la segunda medalla olímpica de oro de una mujer centroamericana.ALAIN JOCARDAFP

VII

A Adriana nunca le ha gustado ponerse metas deportivas. “Sólo quiero disfrutar de lo que hago y estar en paz. No voy ni por el bronce”. Lo que sí desea es que más personas se interesen en el deporte y en su bienestar. Visualiza una academia de tiro y una de gimnasia, ese deporte que la puso en el improbable sendero actual. Una larga carrera en la nutrición deportiva con un equipo profesional, o con el COI, que le otorgó un diploma en 2023 por sus estudios en la materia. Aprender francés, formar una familia. Ganar es un añadido. Pero Adriana no tiene prisas. “No he tenido tiempo ni para mí misma (ríe). Ya iré viendo qué camino tomar”.

La cosa es que el camino elegido no siempre desemboca en el destino imaginado. Ya lo sabrá bien Adriana. La niña que soñó convertirse en gimnasta; la tiradora campeona olímpica. La guatemalteca que conquistó París y a sí misma. La heroína nacional. La romántica incorregible. La fervorosa creyente. La gimnasta rota. La tiradora implacable.

- El camino siempre es bueno. Cada etapa nos forja como guerreros. La alegría, la tristeza, la frustración. Todo sirve. Todo nos da la oportunidad para llegar alto en la vida.

Pedro le respondió a Adriana que sí, que sí servía para el tiro.

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Jhonatan González
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