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El país menos poblado del mundo

Pitcairn es el territorio al que llegaron los protagonistas del motín de la Bounty, una de las historias más legendarias de la historia de la navegación.

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El país menos poblado del mundo.

El archipiélago de las islas Pitcairn está compuesto por cuatro islas, separadas por centenares de kilómetros entre ellas, pero solo una está habitada por seres humanos. Concretamente, Pitcairn, última colonia del Reino Unido en el océano Pacífico, cuenta con solo 50 habitantes censados, lo que le convierte en el país menos poblado del mundo.

No hay una sola razón para que haya tan poca gente en las islas, sino que es un cúmulo de cirscuntancias. Pitcairn se encuentra en mitad de la 'nada', a 2.100 kilómetros de la siguiente porción de tierra firme, las 'vecinas' Tahití y Rapa Nui, también conocida como Isla de Pascua. El hecho de que no tenga aeródromo ni puerto, y los escarpados acantilados que bordean las islas hacen que solo se pueda llegar a través de pequeñas barquitas.

El país menos poblado del mundo.

Unos antepasados de leyenda

Sin embargo, todo esto queda en nada si se compara con la curiosa historia de la procedencia de sus cincuenta habitantes. Todos ellos son descendientes directos de los protagonistas de una de las historias más legendarias de la historia de la navegación, los amotinados de la Bounty. Un suceso que se remonta a 1789 y con el que comenzó la historia de las Pitcairn.

En abril de ese año, Fletcher Christian, oficial de barco, y gran parte de su tripulación se amotinaron contra su capitán, William Bligh. Los tripulantes veían cómo le importaba más la misión de la embarcación, recolectar árboles del pan y llevarlos a América, que sus propios hombres. Por ello, lo expulsaron del barco junto con los que le apoyaban y huyeron en busca de una tierra abandonada donde no pudieran ser encontrados. Ese lugar fue Pitcairn, lejana a cualquier otro punto y mal cartografiada, ya que en los mapas aparecía a centenares de millas de donde realmente estaba.

A día de hoy, su leyenda sigue viva. Muchos de los accidentes geográficos de la isla llevan sus nombres. En el extremo occidental se encuentra la Punta Christian y un islote lleva el nombre de Adam, el marinero que tomó el mando de la isla tras las múltiples peleas entre sus habitantes. Fue él quien recibió al buque de la armada británica que descubrió su paradero en 1810, 21 años después de su huida. Uno de los acantilados del suroeste, el 'Oh, dear!' (¡Oh, querida!), está dedicado a las últimas palabras que dijo el oficial Fletcher al ser asesinado por uno de sus camaradas.

Los restos de aquella nave, la Bounty, son uno de los principales reclamos de Pitcairn. Buceadores de todas partes viajan allí para contemplar el ancla y otros restos de la embarcación. Algunos de ellos, como el timón, están exhibidos en el Museo de Fiyi, que se encuentra a 5.000 kilómetros de distancia (la misma que entre España e Irán, por ejemplo).

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Una vida 'imposible'

Pitcairn solo cuenta con cinco kilómetros cuadrados de tierra, lo que deja muy poco terreno para cultivar, a pesar de tener un suelo muy fértil. Por ello, la apicultura se ha extendido en los últimos tiempos en el país, y la miel que producen tiene mucha demanda en Nueva Zelanda. El turismo es otra de las importantes fuentes de ingresos con las que cuenta, aunque solo se puede acceder a través de la bahía de Bounty, donde llegan pasajeros procedentes de grandes cruceros que parten de Tahití.

Para fomentar la llegada de visitantes, la isla ha creado su propia web de turismo. Pero, para viajar a Adamstown, única ciudad y, por tanto, capital de Pitcairn (la más pequeña del mundo), hay que cambiar los euros por los dólares neozelandeses, la moneda que se usa allí. Incluida en la lista del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, Pitcairn no quiere desligarse del Reino Unido, a diferencia de otros pequeños países del Pacífico.