La protección de los niños dentro del auto constituye un área de suma importancia, una responsabilidad ineludible para los progenitores. De hecho, el desarrollo infantil presenta una etapa crucial entre los tres y seis años, la cual representa un punto de inflexión en la selección de sistemas de retención.
Una vez superado el uso de la silla para bebés, emerge el cuestionamiento sobre el dispositivo subsecuente. La resolución a esta interrogante trasciende la mera adquisición de un producto; implica una comprensión cabal de la física de las colisiones y la biomecánica del crecimiento infantil.
Está comprobado que el viaje en automóvil representa uno de los mayores riesgos para la salud de un niño. Por esta razón, la elección de las sillas de carro adecuadas no es un tema menor.
Para un niño en este rango de edad, el debate principal se centra en dos tipos de sistemas de retención infantil (Child Restraint Systems o CRS): la silla con arnés interno orientada hacia adelante y el asiento elevador. Aquí es donde la conversación se vuelve interesante y donde muchos padres, con la mejor de las intenciones, pueden tomar una decisión apresurada.
Sillas de carro para niños de 3 a 6 años : ¿Arnés o elevador (booster)?
Pensemos por un momento en la anatomía de un niño de cuatro años. Sus hombros son estrechos, su pelvis aún no está completamente osificada y su capacidad para permanecer quieto durante un trayecto puede ser, siendo optimistas, variable.
Es por esto que la opción más segura, durante el mayor tiempo posible, son las sillas de carro para niños con arnés de cinco puntos (five-point harness) en posición de cara a la marcha. Este tipo de silla funciona como un capullo protector. El arnés distribuye las fuerzas de una colisión a través de las partes más fuertes del cuerpo del niño: los hombros y las caderas, dirigiéndolas hacia la propia estructura de la silla. Protege la columna vertebral y el cuello de una manera que ningún otro sistema puede igualar a esta edad.
La tentación de pasar al niño a un asiento elevador, conocido como booster, es grande. Parecen más «de niño mayor», son más fáciles de mover entre coches y, a menudo, más económicos.
Aquí reside el punto crítico del análisis: un booster no es una silla de seguridad en el mismo sentido que una con arnés. Su única función es elevar al niño para que el cinturón de seguridad del vehículo, diseñado para un adulto, se ajuste correctamente sobre su clavícula y su cadera.
Por consiguiente, toda la fuerza de un impacto es absorbida directamente por el cuerpo del niño a través del cinturón de seguridad del coche. Un niño de tres o cuatro años, incluso si cumple el peso mínimo, a menudo carece de la madurez estructural y de comportamiento para que esta sea la opción más segura.
Factores que dictan la elección correcta
La transición hacia un asiento elevador o booster no debería estar marcada únicamente por la edad. El mantra de todos los expertos en seguridad vial infantil es contundente: mantener al niño en una silla con arnés de cinco puntos hasta que alcance el límite máximo de peso o altura especificado por el fabricante. Ignorar este consejo es, en esencia, degradar el nivel de protección.
De ahí que la decisión deba basarse en tres pilares fundamentales: el peso, la altura y la madurez del niño. Un niño está listo para un booster solo cuando, además de cumplir los requisitos de tamaño, es capaz de sentarse erguido y sin encorvarse durante todo el viaje.
Si se duerme y se desploma hacia un lado, el cinturón de seguridad se descolocará de su posición segura, volviéndose peligroso. Es una evaluación honesta que cada padre debe hacer.
La instalación es clave en las sillas de carro para niños
De nada sirve tener la mejor silla del mercado si no está correctamente instalada. Los sistemas de anclaje LATCH (Lower Anchors and Tethers for Children) o su equivalente europeo, ISOFIX, han simplificado enormemente este proceso. Asegurarse de que la silla no se mueva más de dos centímetros hacia los lados o hacia adelante en su base es fundamental.
Igualmente, el arnés debe estar ajustado al cuerpo del niño; una prueba sencilla es intentar pellizcar la correa a la altura de la clavícula. Si se puede pellizcar la tela, necesita un mayor ajuste.
Como se puede ver, para los niños en la etapa de los 3 a los 6 años, la evidencia apunta abrumadoramente a que la permanencia en una silla de carro con arnés de cinco puntos es la opción que ofrece la máxima protección.
La transición a un booster debe retrasarse hasta que sea absolutamente necesario por los límites físicos de la silla. Al final del día, la mejor silla de carro es aquella que se convierte en una extensión silenciosa y robusta, garantizando que cada viaje, corto o largo, termine de la única manera que importa: de forma segura.
