Desde hace unos meses, el sector automotriz global ha sido testigo del ascenso meteórico de una marca que desafía paradigmas: BYD. Originaria de China, esta compañía, que inició fabricando baterías para dispositivos electrónicos, ha conquistado mercados internacionales.
Esto se debe a que su gama de modelos eléctricos e híbridos plug-in tiene como sello distintivo el diseño vanguardista, una relación calidad-precio sumamente competitiva, un rendimiento que ha superado expectativas y, de manera crucial, una eficiencia de combustible que establece nuevos estándares en la industria.
Ante este panorama de éxito global, surge una pregunta recurrente entre los consumidores estadounidenses: ¿Existe la posibilidad de acceder a estos vehículos en el territorio nacional? La respuesta, aunque matizada, es, por el momento, negativa. No se encuentran disponibles distribuidores oficiales de BYD para vehículos de pasajeros en Estados Unidos.

El porqué de la ausencia
La situación, lejos de ser simplista, se explica por una confluencia de factores estratégicos y contextuales. No se trata de restricciones impuestas por el gobierno estadounidense, ni tampoco de maniobras de las grandes empresas automotrices de Detroit. La ausencia de BYD en el mercado de Estados Unidos obedece, principalmente, a decisiones empresariales y, posiblemente, a una estrategia de prudencia.
El mercado estadounidense presenta desafíos significativos. Aparte de los impuestos, las regulaciones en materia de seguridad y emisiones son rigurosas, las preferencias de los consumidores exhiben particularidades muy marcadas, y la competencia en el sector es intensa. Ingresar a este mercado implica una inversión considerable en infraestructura, redes de distribución, campañas de marketing y servicios de postventa.
Actualmente, BYD se encuentra en una fase de expansión acelerada. Su crecimiento exponencial en China, así como su penetración en mercados de Europa, Latinoamérica y otras regiones, demandan una asignación considerable de recursos. Es probable que la compañía opte por consolidar su presencia en estos mercados antes de emprender la incursión en el territorio estadounidense.
El futuro de la industria de automóviles eléctricos, es una competencia directa a Tesla, la marca estadounidense que domina el sector, por lo que el reto es complejo, pero posible.

La vía de la importación
Si bien en términos teóricos no resulta imposible la presencia de un vehículo BYD en suelo estadounidense, existen dos alternativas, cada una con sus propias complejidades.
Una de ellas es la importación directa. Consistiría en adquirir un vehículo BYD en México, país más cercano donde sí se comercializan, y posteriormente importarlo a Estados Unidos. No obstante, este proceso implica una serie de trámites burocráticos, costos asociados al transporte, posibles modificaciones para cumplir con las normativas estadounidenses, y, de manera fundamental, incertidumbre en relación con la garantía y el servicio técnico.
Una segunda opción sería la importación temporal. Se podría traer un BYD bajo un permiso de importación de carácter temporal, el cual habitualmente se otorga a turistas o residentes extranjeros. Sin embargo, esta alternativa considera que el auto salga de Estados unidos en un determinado tiempo e impone limitaciones en cuanto al tiempo de uso del vehículo y, una vez más, deja al propietario sin acceso a una red de servicio oficial.
Disponibilidad de refacciones y servicio técnico
El aspecto más problemático radica en la eventual necesidad de reparaciones o mantenimiento del vehículo. Al no existir distribuidores oficiales, la garantía del fabricante con alta probabilidad no tendría validez en Estados Unidos. Cualquier reparación tendría que ser costeada por el propietario.
La obtención de piezas de repuesto se convertiría en una tarea ardua. Sería necesario importarlas, con los costos y retrasos que esto conlleva, o bien recurrir a talleres no especializados, con los riesgos inherentes a esta opción.
Al igual, el servicio especializado resulta inexistente. No habría talleres oficiales a los cuales acudir para revisiones periódicas o actualizaciones de software. La carencia de infraestructura de servicio representa un obstáculo de considerable magnitud.

¿Una aventura que merece la pena?
El atractivo de la propuesta de BYD es innegable. Sus vehículos presentan una combinación atractiva de tecnología, diseño y precio, lo cual naturalmente genera interés entre los consumidores estadounidenses.
No obstante, la falta de infraestructura de soporte, por el momento, convierte la adquisición de un BYD en una decisión arriesgada y, probablemente, poco viable para la mayoría de los usuarios.
No se descarta la posibilidad de que BYD decida ingresar al mercado estadounidense en un futuro. Quizás lo haga con una estrategia más consolidada, una red de distribución bien establecida y un servicio de postventa garantizado.