¿Alguna vez alguien se ha parado a pensar en todo lo que implica detener un auto? Claro, están los frenos, pero hay un mundo microscópico de partículas que se liberan cada vez que se pisa el pedal. Unos investigadores de la Universidad de Southampton se hicieron precisamente esa pregunta, y lo que descubrieron es, cuando menos, preocupante.
Resulta que esas partículas minúsculas, provenientes de ciertas pastillas de freno, podrían ser incluso más tóxicas que el humo que sale del escape de los autos diésel.
¡Sí, se leyó bien! Y lo que es peor, estas partículas no son solo “polvillo”. Se habla de partículas PM2.5, tan pequeñas que pueden colarse en lo más profundo de los pulmones.
El estudio: ¿Qué se encontró en frenos de un auto?
El equipo de Southampton no se anduvo con rodeos. Se pusieron a prueba cuatro tipos de pastillas de frenos de auto:
- Poco metálicas
- Semimetálicas
- Orgánicas sin amianto
- Cerámicas híbridas
¿El resultado? Las pastillas orgánicas sin amianto, pese a su nombre, fueron las peores. Resultaron ser las más inflamatorias y tóxicas para las células pulmonares humanas, ¡incluso más que las partículas del diésel! Las cerámicas quedaron en segundo lugar.
Pero, atención, aquí viene lo interesante: Los investigadores detectaron un culpable común en estas pastillas: el cobre. Y, efectivamente, cuando se eliminó el cobre, la toxicidad disminuyó.
El problema de los autos eléctricos
Se podría pensar: “Bueno, si alguien se pasa a un auto eléctrico, asunto resuelto”. Pues, cuidado, no tan rápido. El Dr. James Parkin, uno de los autores del estudio, recuerda que los vehículos eléctricos, aunque no emiten gases de escape, igual generan partículas por el roce de los neumáticos, la carretera y, por supuesto, los frenos.
Es más, como los autos eléctricos suelen ser más pesados, este problema podría incluso empeorar. Así que, la transición a lo eléctrico no es una solución mágica, por lo menos no en este aspecto.
¿Qué significa todo esto?
Este estudio no es solo un dato curioso. Tiene implicaciones enormes para la salud y para las políticas públicas. La contaminación del aire, incluyendo la de los coches, se ha vinculado a una lista interminable de enfermedades: asma, EPOC, problemas del corazón, demencia, y hasta fibrosis pulmonar.
El profesor Matthew Loxham, quien supervisó el proyecto, lo pone claro: las leyes actuales, que se enfocan en las emisiones de partículas en general, podrían no ser suficientes. Se necesita considerar seriamente el impacto de estas fuentes de contaminación “no derivadas del escape”.
