Saber cuándo cambiar la correa de distribución es uno de esos detalles que a menudo no se considera hasta que ya es demasiado tarde. Sin embargo, no prestar atención a este componente esencial del motor puede costar caro, quedando varado en el peor momento.
Antes de entrar en materia de cuándo cambiarla, es importante saber qué es lo que hace. En sí, la correa de distribución sincroniza el movimiento del cigüeñal y el árbol de levas, lo que asegura que las válvulas del motor se abran y cierren en el momento preciso.
En resumen, se encarga de que el motor funcione de manera fluida. Si esta correa falla, el motor deja de funcionar, y dependiendo del tipo de motor, puede causar daños muy graves. Así que, cambiar la correa de distribución no es algo que deba tomarse a la ligera.
¿Cuándo se debe reemplazar?
Realmente, la respuesta a esta pregunta no es única, ya que depende del fabricante del auto, el tipo de motor y las condiciones de manejo. Sin embargo, la mayoría de los fabricantes recomiendan cambiarla entre las 40,000 y 60,000 millas (60,000 y los 100,000 kilómetros), o entre los cinco y siete años, lo que ocurra primero. Este es un buen punto de referencia, pero no una regla de oro.
Si se maneja en condiciones extremas, como mucho calor, frío o en entornos polvorientos, es posible que la correa deba cambiarse antes de lo que indica el manual del auto. En estos casos, el desgaste puede ser más acelerado. Y no olvidar que con el paso del tiempo, los materiales de la correa se deterioran, incluso si no usas mucho el auto.
Las señales que no debes ignorar
Aunque el kilometraje y los años son buenos indicadores de cuándo hacer el cambio, a veces es el propio auto el que te da pistas de que algo no está bien. Si se escucha un chirrido extraño al arrancar o mientras el motor está en marcha, podría ser una señal de que la correa está desgastada o desajustada. Estos ruidos a menudo comienzan siendo intermitentes, pero si los ignoras, podrían volverse constantes y acabar en una falla total.
Otra señal que no se debe pasar por alto es si se nota que el motor parece “temblar” más de lo habitual, o si se pierde potencia al acelerar. Aunque estos síntomas pueden estar relacionados con otros problemas, también pueden indicar que la correa de distribución está en sus últimos días de vida.
Por otro lado, si al abrir el capó se ves que la correa está deshilachada, con grietas o desgastada, es momento de cambiarla de inmediato, sin importar el kilometraje o el tiempo transcurrido. Esta correa está a punto de fallar y, cuando lo haga, no habrá advertencias previas.
El costo de no cambiarla a tiempo
El hecho de que la correa de distribución no sea visible ni haga mucho ruido cuando está en buen estado no significa que puedas olvidarte de ella. Si no la reemplazas a tiempo, los riesgos son altos. Cuando la correa se rompe, el motor se detiene de golpe y dependiendo del tipo de motor, las consecuencias pueden ser graves.
En algunos motores, una correa rota puede hacer que las válvulas y los pistones choquen entre sí, lo que puede resultar en una reparación muy costosa. En lugar de cambiar solo la correa, podría acabar pagando por un arreglo completo del motor.
Aparte, el inconveniente de quedarse varado en un lugar inesperado, posiblemente lejos de un taller o en un momento poco oportuno, añade un nivel de estrés que es fácilmente evitable con un poco de prevención. Y hay que ser honestos, nadie quiere pasar por esa situación.
En pocas palabras
Cambiar la correa de distribución a tiempo es una de las mejores maneras de cuidar el motor del auto y evitar quedarse varado en el peor momento. Ya sea que se guíe por el kilometraje, el tiempo o las señales que da el auto, lo importante es no ignorar este mantenimiento crucial.
Hay que recordar que el costo de cambiarla es pequeño comparado con las reparaciones que puede generar si se rompe. En sí, la prevención siempre será el mejor aliado para mantener el auto en buen estado y evitar sorpresas desagradables.