Para comprender la asombrosa rapidez de un airbag o bolsa de aire del auto, primero hay que entender que su activación no depende de la velocidad a la que circula el vehículo, sino de la brusca desaceleración y/o impacto que experimenta durante el impacto.
Es decir, no es que el airbag “salte” al alcanzar cierta velocidad, sino que reacciona a la fuerza del choque. Hay que pensar en ello como un sensor de movimiento repentino: solo se activa cuando detecta un cambio drástico en la velocidad, como el que se produce en una colisión.
Ahora bien, ¿en qué se traduce esto en términos de tiempo? Pues bien, un airbag se despliega a una velocidad pasmosa. En apenas 30 milésimas de segundo, un abrir y cerrar de ojos, la bolsa se infla por completo.
¿Qué tan rápido se activa una bolsa de aire de auto?
Para ponerlo en perspectiva, un parpadeo humano dura aproximadamente entre 100 y 400 milésimas de segundo. Es decir, el airbag se infla mucho más rápido de lo que se tarda una persona en pestañear.
Y no solo eso, la velocidad a la que “explota” el airbag, o mejor dicho, a la que se infla, es igualmente impresionante. Alcanza una velocidad de inflado superior a 180 millas por hora (300 kilómetros por hora).
¿Cómo es posible que pueda reaccionar con tal rapidez y precisión?
La clave reside en la tecnología que se esconde tras él. Todo airbag está compuesto por sistema que contiene varios elementos que trabajan en perfecta sincronía:
Sensores de impacto: Estos sensores, ubicados estratégicamente en el vehículo, detectan la desaceleración brusca en caso de colisión.
Unidad de control: El cerebro del sistema, que recibe la información de los sensores y determina si es necesario activar el airbag.
Generador de gas: Encargado de producir el gas que infla la bolsa en milésimas de segundo.
Bolsa de aire: Fabricada con un tejido especial que se pliega de forma compacta y se infla rápidamente con el gas.
Cuando se produce un impacto, los sensores envían una señal a la unidad de control, que a su vez activa el generador de gas. Este genera una pequeña explosión controlada que libera nitrógeno, inflando la bolsa a una velocidad vertiginosa.
Todo este proceso, desde la detección del impacto hasta el inflado completo de la bolsa, ocurre en un lapso de tiempo increíblemente corto, lo que permite al airbag cumplir su función: proteger a los ocupantes del vehículo.
¿Qué tan duro es el impacto?
Por su parte, la fuerza del impacto de un airbag puede variar dependiendo de factores como la posición del ocupante, la gravedad del choque y el tipo de airbag. Sin embargo, para tener una idea, algunos estudios estiman que la fuerza de un airbag frontal puede equivaler a recibir un puñetazo de un boxeador profesional.
Es importante destacar que, aunque la fuerza del airbag puede causar algunas lesiones leves como abrasiones, quemaduras o contusiones, estas son mucho menos graves que las que se producirían al golpearse contra el volante, el tablero o el parabrisas. En otras palabras, es un golpe que vale la pena recibir.
Como se puede ver, los airbags son un elemento crucial en la seguridad vial, un prodigio de la ingeniería que ha salvado innumerables vidas. Su capacidad para desplegarse en fracciones de segundo y amortiguar el impacto en una colisión es un claro ejemplo de cómo la tecnología puede ponerse al servicio de la protección humana.